Reto 20
|
Hipócrates |
Desde un punto de vista serio, olvidándonos de brujos y hechiceros, el primer representante del pensamiento y el arte médico fue el griego
Hipócrates ( aprox. 500 a C).
La medicina en la sociedad griega no era más que una servidora de la naturaleza, por ello tres fueron los fundamentos básicos del tratamiento de la enfermedad propuestos por Hipócrates: a) Favorecer o al menos no perjudicar, b) Abstenerse de lo imposible, por tanto no actuar cuando la enfermedad era mortal por necesidad, y c) Ir contra el principio de la causa.
La enfermedad sucede, según el pensamiento griego, porque una fuerza nociva, puede más que la Physis individual. Esta fuerza perturbadora puede actuar con necesidad fatal, siendo por tanto ineludible e invencible o puede actuar por azar o determinación contingente. Sólo en este segundo caso puede ser eficaz la intervención de la medicina.
|
Galeno |
Tras la llegada del Imperio romano, la visión de la enfermedad sigue la visión griega expuesta hasta aquí. La figura más representativa de este período es
Galeno (131-203 d.C.), quien reelaboró la herencia intelectual y técnica propia del corpus hipocrático y la mejoró mediante una influyente teoría de la correcta indicación terapéutica.
No debemos olvidar en este repaso a los principales hechos de la enfermedad a lo largo de la historia a Ibn Sina (
Avicena) (Abu'Ali al-Husayn ibn'abd Allah ibn Sina; Bujara, actual Irán, 980-Hamadan, id., 1037). Fue un médico y filósofo persa. Sus trabajos abarcaron todos los campos del saber científico y artístico de su tiempo, e influyeron y mucho, en la medicina y en el pensamiento escolástico de la Europa medieval, especialmente en los franciscanos.
|
Avicena |
La visión de la enfermedad durante la edad media se relacionó con aquello que acerca de la realidad y el destino del hombre enseñaba el cristianismo; la imperfección de la naturaleza del hombre que puede enfermar en cualquier momento y la consecuencia del pecado original y por tanto el carácter de prueba moral que tiene la enfermedad.
Entre los siglos XV y XVI comienza en Europa, un nuevo modo de ver y entender la vida al cual podemos llamar "pre-moderno". En el nuevo proyecto filosófico-moral se relaciona moralidad con racionalidad, poco a poco va apareciendo una concepción racional del comportamiento saludable, el cual empieza a ser la base de una política sanitaria que va asumiendo el nuevo estado nacional. La salud y la enfermedad del cuerpo y el espíritu no atañen sólo al hombre, sino que el estado tiene una responsabilidad hacia ella que se orienta hacia una campaña universal a favor de la salud. Es la sífilis la enfermedad más característica de esta época, la primera afirmación del posible origen americano de la misma procede de un médico sevillano, Rodrigo de la Isla, quien entre 1504 y 1506 publica el Tratado llamado "Fruto de todos los santos, contra la enfermedad serpentina, venida de la isla Española"
|
Fracastoro |
Es a partir del siglo XVI cuando aparece claramente en la conciencia de los hombres la idea de que la enfermedad puede contagiarse. Desde luego todo está sometido a Dios, pero no actúa de modo directo, Dios necesita de los miasmas a los que hoy llamaríamos microbios.
Fracastoro, médico-poeta nacido en Verona en 1483 y muerto en 1553, publica en 1546: "De contagione et contagiosis morbis", que es un verdadero estudio consagrado a las causas, la naturaleza y las consecuencias del contagio microbiano.
A lo largo del siglo XVI, las ideas relacionadas con la causa y la vivencia de las enfermedades sigue un movimiento pendular. Debido a que la fe católica atraviesa una fuerte crisis, la superstición alcanza un terreno favorable. Durante esta época se cree fuertemente en la figura de Satán, por tanto la patología psíquica dominante en el siglo XVI es el satanismo. Satán hace perder la razón a aquellos de quien se apodera. Los siglos XVI y XVII ven el mal y la enfermedad encarnados en los secuaces del diablo, en los brujos y brujas, que naturalmente se queman en la hoguera.
Así mismo, el paulatino tránsito de la vida feudal a la vida burguesa conlleva novedades en cuanto a la presencia de la enfermedad. La nueva forma de vida de la alta burguesía más sedentaria que la vida medieval favorece la aparición de la gota como enfermedad propia de estos siglos, así mismo las acumulaciones poblacionales urbanas favorecen e intensifican la presencia del paludismo, las fiebres tifoideas o la sífilis. Los cambios en la tecnología bélica hacen que se pase de la guerra medieval a la guerra moderna y que las heridas producidas por armas de fuego empiecen a cobrar importancia. En estos años cobran auge las enfermedades propias de la miseria suburbana tales como el raquitismo.
Es a partir de finales del siglo XVIII y sobre todo durante el siglo XIX, llegando hasta la primera guerra mundial, en el primer tercio del siglo XX, cuando se produce una definitiva ruptura con los restos antiguos del saber y se inicia una nueva y revolucionaria etapa. La creciente estimación de la vida terrena, rasgo característico de los siglos modernos, da lugar a una importante mutación en la consideración de la vida, la muerte y la enfermedad. Frente al pensamiento medieval, surge ahora el ansia de vivir sobre la tierra y la conciencia de que el arte de dirigir la vida puede llevar hacia este fin.
Los años que siguen inmediatamente a la revolución francesa vieron nacer dos grandes mitos; el de una profesión médica nacionalizada, organizada a la manera del clero, e investida, en el nivel de la salud y del cuerpo, de poderes parecidos a los que éste ejerce sobre las almas; y el mito de una desaparición social de la enfermedad en una sociedad sin trastornos y sin pasiones.
|
Claude Lévi-Strauss, llegó a 100 años de vida |
A lo largo de la primera mitad del siglo XX, una fuerte euforia social ha ido configurándose en el terreno de la lucha contra la enfermedad, si la expectativa media de vida era de unos treinta y cinco a cuarenta años en 1842, esta empieza a crecer hasta llegar a una esperanza superior a los setenta años en la década de los 60: El desarrollo de la higiene pública y el aumento del nivel de vida hacen que crezca paulatinamente la longevidad media del hombre.
Finalizada la segunda guerra mundial, el estado se empieza a configurar como estado del bienestar y adquiere como una de sus principales funciones velar por la salud y el bienestar de todos los ciudadanos. En 1948 la Organización Mundial de la Salud (OMS), definió la salud como: Un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no sólo la ausencia de enfermedad.
En la lucha contra la enfermedad y apoyándose en la técnica se ha avanzado extraordinariamente en los métodos diagnósticos. Las enfermedades pueden permanecer asintomáticas durante largo tiempo, para intentar detectarlas se ha avanzado hacia la prevención de la enfermedad; el estado y las instituciones sanitarias intentan educar a la población para hacerla sensible a aquellos trastornos que aún no le producen ningún síntoma; es necesario que el sujeto que se cree en buena salud sepa reconocerse enfermo si al someterse a una prueba de cribaje, ésta le descubre alguna alteración. De ello se deduce que el mundo de los enfermos aumentará. Por el camino del diagnóstico prenatal o preconcepcional podrá incluso llegar a decidirse si vale la pena o no dejar nacer a un individuo que con probabilidad desarrollará determinada enfermedad a los diez, veinte o cuarenta años de vida. Esta medicina preventiva, científicamente justificada, altamente eficaz en la práctica, descubre enfermos que ignoraban serlo. La historia cultural de la enfermedad entra en el dominio del "mal latente", que la sociedad pretende descubrir, en individuos que no se quejan de nada y que no piden nada. La detección de la enfermedad cae bajo el control de la técnica diagnóstica que nos plantea la segunda de las tensiones internas en la lucha contra la enfermedad. La tecnificación esquematiza y automatiza el trato con la enfermedad, la reduce a rótulos superficiales y a cifras estadísticas, la persona del enfermo no es importante. En esta progresiva despersonalización se llega a perder incluso el contacto sensitivo, visual, y la comunicación médico-enfermo; incluso la palpación directa del cuerpo es sustituida por pruebas complejas que realizan sofisticadas máquinas. El contacto entre paciente y sistema sanitario se despersonaliza y burocratiza.
Finalmente todo este mundo de enfermos latentes y la tecnificación necesaria para su correcto diagnóstico y tratamiento representan para la sociedad actual un importante costo económico que, en una sociedad que ha reconocido que el crecimiento económico indefinido no es posible, supone un importante problema de políticas económicas y sanitarias. Las partidas destinadas a la sanidad constituyen un porcentaje importante del producto nacional bruto de los países occidentales, ante ello se plantea el reto de la priorización, en cuanto a la atención de las demandas en materia de salud. Se hacen evidentes conflictos y problemas éticos en cuanto a posibilidad de financiación pública de ciertas patologías.
Premios a conseguir:
1250 puntos
Badge: Infographic work